a veces
como si el acto estuviera vacío, fuese sólo movimiento, y toda la intensidad residiera en la quietud de sus bordes, antes o después, en ese tiempo detenido de la mirada que se fija sobre lo que dentro de un segundo hará, sobre lo que hace un segundo hizo
la imagen clásica del nadador, siempre representando en su precipitarse algo por fuera, antes o después, en la mirada detenida frente al salto que todavía no dio, en el golpe que dará contra el agua o el piso
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